sábado, 14 de mayo de 2011

Día de la Cruz o cómo recortar la historia

Rito neoindigenista, que confunde al Xipe Totec como deidad de la "primavera", cuando en realidad -de acuerdo con documentos antiguos- es una deidad guerrera. Foto CMT

Artículo publicado en El Faro, 9-17 de julio de 2007

“Tú que has sido periodista, sabes que tenemos que creer lo que se publica en los periódicos; si dudáramos... ¿Qué pasaría?” (Jaime Peñafiel, periodista español)

Información oficial inexacta, artículos periodísticos inexactos… El Día de la Cruz como ejemplo de cómo un mito suplanta la realidad en el maltrecho archivo de la memoria histórica nacional.

Carmen Molina Tamacas
cartas@elfaro.net

¿Salvadoreño de corazón?
No se trata de poner la mano en el corazón, sí en la memoria. Para comenzar, un par de preguntas cuyas respuestas no amerita la tediosa búsqueda en una enciclopedia:
Si la Cruz no está puesta en su casa tres días antes del tres de mayo… ¿Llegará el Diablo a bailar?

¿Está relacionada la fiesta de las flores y las palmas de Panchimalco con la celebración del tres de mayo?

¿Evoca la veneración de la Cruz la mezcla de un rito prehispánico dedicado al Xipe Totec, el dios de la primavera, y prácticas católicas?

Si contestó que sí, por lo menos a una de ellas, usted pertenece a esa gran mayoría de salvadoreños que conoce las tradiciones populares tergiversadas a razón de posibles especulaciones y equívocos.

¿Mentiras impresas?

¿De dónde viene la tradición de colocar en un rincón de la casa una sencilla cruz elaborada con las ramas del árbol de jiote, y adornarla con cortinas y cadenas elaboradas en papel de colores y pegadas con engrudo como enseñaban los abuelos?
De antaño… es indudable.

La tradición ha perdurado tanto en la ciudad como en el campo con los matices propios de la modernidad. Ahora las cortinas pueden ser de plástico y entre las frutas ofrendadas puede haber una que otra manzana o uvas cultivadas en California.

Como en los mayos recientes, Panchimalco vive esta fiesta de manera especial. La feria de las flores y las palmas inició el domingo dos, en la víspera de la veneración de la Cruz y se extendió toda la semana hasta culminar con la colorida procesión de las palmas dedicada a la Virgen María.

Loable es el trabajo de la Casa de la Cultura, el comité de apoyo y la Alcaldía Municipal para rescatar la tradición. Salvadoreños y extranjeros que llegaron esa semana disfrutaron del ambiente de fiesta con tintes "ancestrales".

Lástima que el boletín oficial reproduce información desfasada y de acuerdo con algunos expertos consultados, especulativa; no debe extrañarnos por lo tanto que los artículos y reportajes periodísticos a propósito de la festividad hagan eco de ella y ayuden a perpetuar inexactitudes que ponen en duda la esencia de la tradición y, por ende, rasgos de nuestra identidad nacional.

Verdades inadvertidas

Recuerde la imagen del Xipe Totec, resguardado en su altar de cristal en la antesala del Museo Nacional "David J. Guzmán". Sí, el mismo señor desollado venerado en Mesoamérica. Pero jamás un dios de la primavera. Contrario a esta romántica acepción, era una de las deidades azteca de la guerra.

Hace un siglo, el alemán Eduard Seler propuso que el rito del desollamiento de los mexicas en honor al Xipe Totec era una metáfora del momento en que las "semillas vivientes" de la vegetación, especialmente del maíz, brotaban y se convertían en un manto que proveía a la tierra de una nueva piel.

Al respecto, Cecelia F. Klein, en la presentación del libro "Máscaras del espíritu: Imagen y metáfora en Mesoamérica" (1994), recuerda que Johanna Broda, en 1970, demostró que no existe ningún documento del siglo XVI que estipule que el Xipe Totec era una deidad agrícola o que el rito azteca de desollamiento simbolizara, de alguna manera, o por los menos afectara el crecimiento de la vegetación. Ella reconstruyó el calendario festivo azteca a partir de fuentes documentales de ese entonces.
El programa de la Casa de la Cultura de Panchimalco reseña que fray Bernardino de Sahún aseguró que las víctimas de los rituales aztecas eran ofrendadas, se les arrancaba el corazón y se les quitaba la piel en tiras; éstas eran pintadas de color amarillo y luego los sacerdotes se vestían con ella. Estas y otras afirmaciones son sustentadas en la interpretación de Jacques Soustelle (1956) en torno a la "idea amerindia" de "muerte y renacimiento" de todo lo que existe en la naturaleza.

Broda -investigadora y docente de la Universidad Autónoma de México y la Escuela Nacional de Antropología e Historia, es reconocida como una de las principales autoridades en el tema de cosmovisión prehispánica en el mundo- profundizó en el estudio de documentos del siglo XVI que describen rituales y costumbres aztecas en el momento de la invasión española.

Ella explica que el Tlacaxipeualiztli o rito del desollamiento era un festival dedicado al dios Xipe Totec; algunas de las víctimas eran desolladas y luego sus pieles eran colocadas sobre otros indios.

"Desde Seler, las interpretaciones del simbolismo de esta ceremonia han seguido la línea de la fertilidad y los ritos relacionados con la agricultura", critica la experta.

Así, Klein sintetiza el aporte de Broda que ya entonces aclaró el significado de esta festividad: la principal función de Tlacaxipeualiztli era honrar a los guerreros por sus servicios prestados al estado y para presentar al emperador de turno un tributo por parte de opositores vencidos. Tlacaxipeualiztli estaba dedicado a la infraestructura militar que sostenía la economía de las clases dominantes Mexicas.

¿Por qué esta información ha pasado inadvertida durante tres décadas? Al menos no llegó jamás a la Casa de la Cultura de Panchimalco… o, lo que es peor, jamás ha ido alguien a buscarla.

El relato reproducido y distribuido con orgullo a todos los visitantes retoma -aunque no lo dice- los planteamientos de "La fiesta del Día de la Cruz" escrito por la antropóloga Concepción Clará de Guevara en 1976.
Historiantes de Panchimalco. CMT


A pesar de los planteamientos de Broda, De Guevara plantea que la festividad es un remanente de la adoración al Xipe Totec por estar muy cerca de la celebración del Tlacaxipeualiztli , una época en la que el centro de México apreciaba las primeras frutas y que el Cipitío (o Tzipitín) está derivado del apelativo del Xipe Totec.

Doce años después, el arqueólogo estadounidense Paul Amaroli le criticó basándose en los Broda, en la traducción de las ceremonias plasmadas en el Códice Florentino, en el significado moralizante de la leyenda del Cipitío (si las madres desatienden a sus niños, tendrán la culpa de que "los juegue" el Cipitío) y propuso un nuevo planteamiento: el culto a la Cruz podría estar vinculado con la celebración del primer mes del año azteca, Cuahuitl Ehua, que honra a Tlaloc, el dios de la lluvia y la anticipación de la época lluviosa.

Amaroli apunta que la relación que De Guevara establece entre la festividad de la Cruz y la adoración del Xipe Totec basada en el tipo de madera que es utilizada (el árbol de jiote se descascara y eso podría evocar el rito del desollamiento) es "débil y en última instancia poco convincente".

"Si las lluvias tienen un falso inicio, como ocurre algunas veces, con tormentas que se suspenden alrededor de dos o tres semanas poco tiempo después de haber empezado, los agricultores perderán sus primera plantación, un triste desastre que para ellos será difícil soportar. Aquí aparece el objeto de las ofrendas en el Día de la Cruz: ayudan a asegurar la iniciación exitosa de la estación lluviosa", propone Amaroli.

La ciencia propone…

El programa oficial de las fiestas de Panchimalco sostienen que, "según la tradición", la celebración del Día de la Cruz es dedicada al dios Xipe Totec (nuestro señor desollado) divinidad de la primavera.

Con esa base, La Prensa Gráfica publicó en una sección especial esta afirmación: "Esta celebración es un ejemplo del sincretismo religioso de las culturas hispanas e indígenas. Además, sería un remanente del culto al Xipe Totec (nuestro señor deshollado.)". Otros artículos siguen esta misma línea.

Información oficial inexacta, artículos periodísticos inexactos. La falta de compromiso gubernamental con la investigación etnográfica, antropológica e histórica del país permite que tradiciones tan importantes y únicas como la celebración del Día de la Cruz carezcan de una base sólida y sustancial. Y los periódicos la reproducen.

En la historia salvadoreña, la ciencia propone, pero las autoridades omiten y disponen.

¿Por qué prescindir del significado que los investigadores han atribuido al Xipe Totec, divinidad de nuestros antepasados?

Jorge Colorado, estudiante de Antropología de la Universidad Tecnológica, sostiene que el arraigamiento de la idea del Xipe Totec primaveral es critico en cuanto se trata de construir una identidad salvadoreña basada en preceptos falsos e imaginarios. "Si la falsedad implica un comportamiento de acuerdo a un estatus de dominación y vasallaje, esta idea del dios de la primavera se repetirá hasta convertirlo en una verdad inalterable", dijo.

Señaló que un Xipe Totec asociado a un proceso cultural guerrero podría ser contraproducente para grupos interesados en mantener el dominio sobre nuestras minorías étnicas y mantener la hegemonía.

En lo que compete a la autoinvitación del Diablo para bailar en los traspatios irreverentes, no comentaré nada… depende qué tan buena sea la relación que usted tenga con él.

Este ejercicio pretende reafirmar el protagonismo de los ingredientes fundamentales de la verdad, la razón de ser de la práctica periodística: la duda cartesiana y el sentido común.

Si nos acomodamos a reproducir verdades burócratas, perdemos entonces la capacidad de innovar y proponer. En síntesis, de crear pensamiento.

En cuanto a la pregunta de Peñafiel… yo dudo. Ahora más que nunca.