miércoles, 23 de abril de 2014

Mi nombre para la Ciencia

El trabajo de campo es, quizás, el más emocionante para cualquier científico. Ya sea en ciencias sociales o naturales, aventurarse en lo desconocido, inventar formas de sobrevivir, recolectar datos, entablar relaciones con informantes, anotar en los diarios... nos llena de ideas y sueños.

Vaciar grabaciones, clasificar los datos y tabular es quizá menos excitante, ya no digamos los preparativos y el desarrollo de un informe, un análisis o una tesis.

Uno de los logros más importantes en la vida de cualquier investigador, especialmente en el área natural, es descubrir algo nuevo. Como en el periodismo: todos "cubren" pero muy pocos "descubren".

En El Salvador, hacer Ciencia es luchar contra todo. Por ello, aportar conocimiento nuevo debe ser reconocido y estimulado a niveles patrióticos. Pero pedir eso a los políticos es arar en el mar. La Ciencia, sin embargo, tiene sus propias formas de reconocer el esfuerzo y el empeño sincero. Una de ellas es perpetuar a quien identificó un especimen nuevo para un país o para la Ciencia en general, por medio del nombre.

La identificación de las plantas y animales se rige por las reglas estipuladas en los Códigos Internacionales de Nomenclatura Botánica y Zoológica (los cuales son independientes).

El Salvador es un inmenso laboratorio para cualquier tipo de Ciencia; pero son pocos los que han experimentado el paroxismo de la revelación, al momento culminante de determinar que lo que miran sus ojos no ha sido visto nunca por alguien más.

Como mencioné en el artículo sobre el recientemente publicado libro del Museo de Historia Natural, la creación de las colecciones se remonta a los años 70. En concreto, de acuerdo con el libro, el primer especimen de la colección de mastozoología fue un ratón (Lyomis salvini) colectado  en 1975 por Victor Helleybuck en la montaña de la Cueva de Cal, Parque Nacional El Imposible, Ahuachapán.

En esa misma época, dos pantas descubiertas en el Parque Nacional Montecristo (Metapán, Santa Ana) fueron bautizadas en honor a María Luisa Reina: Hampea reinae y Quetzalia reinae.

Posteriormente, una lagartija descubierta en el Parque Nacional El Imposible (Ahuachapán) fue nombrada por su descubridor (Köhler, 1999) en honor al ambientalista Francisco Serrano: Norops serranoi.

Norops serranoi. Fuente: http://eol.org/pages/962778/overview


La actual directora del Museo de Historia Natural, Eunice Echeverría, tiene dos distinciones tan altas, de esas que el dinero no puede comprar: su nombre y su apellido identifican a una planta y a un escarabajo, respectivamente.

Eunice Echeverría. Bióloga y directora del Museo de Historia
Natural de El Salvador. A la Izq. Eric Lemus, de la DPI.


El proyecto "Escarabajos dinástidos de Honduras, Nicaragua y El Salvador", junto al Museo de Historia Natural de Nebraska, Estados Unidos dio como resultado el hallazgo de dos nuevas especies para la ciencia: Cyclocephala melolonthina y Hemiphileurus euniciae.

Este último fue colectado en Soyapango (San Salvador) y estaba en la colección de la Universidad de El Salvador. Fue analizado y descrito por los doctores Bret Ratcliff y Ronal Cave.

Asimismo, durante las investigaciones del Herbario Nacional, Menjívar, Cerén & Morales descubrieron e identificaron en 2008 una nueva especie para la Ciencia: Meliosma echeverriae.

"Es un orgullo ser parte de un muy selecto grupo de salvadoreños que tenemos esta distinción mundial y bueno.... es un estimulo grande que te impulsa ha seguir trabajando, se siente bien que se aprecie el trabajo que se realiza", me confió Eunice.

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