domingo, 5 de agosto de 2007

La joya de San Vicente

Nerviosas, las lagartijas de resplandeciente cola azul, espalda verde y costado rojizo, recorren el patio que rodea la cabaña, la misma que aspira a convertirse en el museo que explicará a los visitantes la riqueza natural del área protegida La Joya-Sisimico, en San Vicente. Dorotea Vásquez, que integra el grupo de guardabosques, detiene por unos segundos su relato, observa el colorido reptil que se acerca a sus botas y continúa la explicación: éste es un bosque seco de mil 21 hectáreas de extensión, donde concurren por lo menos ocho ríos y quebradas y alberga decenas más de un ciento de especies de aves, mamíferos, reptiles y, desde luego, plantas. Interrumpe de nuevo porque hay que emprender la caminata que tiene como guías a sus compañeros. También participarán sus colegas de un área protegida de Chalchuapa y el botánico José Linares, quien les ayudará a identificar correctamente muchas plantas, ya que de algunas sólo conocen el nombre común y, de otras, sólo su existencia. El sol arde y golpea de frente en el empinado ascenso por el cerro Turringo. La Joya tiene varias montañas que se elevan hasta 490 metros sobre el nivel del mar y en el camino, rodeando algún arbusto, serán frecuentes diálogos como el siguiente: - ¿Y esto qué es? - Este es 'cachito' o 'pico de gorrión'. Cuando no está seco se come. Pruebe... O este otro: - ¿Cómo se llama esta? -Ahhh... es una sandiíta -Cabal, de las que se comen las culebras... De acuerdo con el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales (MARN), La Joya es el único relicto boscoso que queda en el Valle de Jiboa y, por ende en todo San Vicente; perteneció al ex presidente Pío Romero Bosque, a quien le fue expropiado durante la reforma agraria y aproximadamente en 1982 fue reconocido por su "vocación forestal". Dorotea recuerda que, de niña, no conoció los venados. Cuando aparecía uno en el caserío, toda la gente se agrupaba hasta matarlo. También tiene memoria de cómo los cazadores y taladores hicieron de las suyas ante la ausencia de control. Por años hubo gran extensión de árboles maderables como el cedro, así como conacastes, carretos, almendros y copinoles. "Hay de nuevo pero es poco, hemos sembrado", añade. Asegura que hubo bastante saqueo cultural. A falta de una exploración arqueológica, la única evidencia de la ocupación antigua son los obrajes de añil. Es una lástima que, por la bulla de la expedición, ningún animal salvo las aves o insectos, podría asomar en los senderos. Los guardabosques cuentan que al atardecer es muy posible encontrar venados (cola blanca o roja) como coyotes; sería demasiada la suerte si se alcanza a ver algún puma, tigrillo y hasta ocelote, ya que se acercan a beber agua en los nacimientos. Esta zona estuvo bajo control de la guerrilla en los años 80, razón que motivó al abandono. Con la firma de los Acuerdos de Paz vino la repoblación, pero también la expansión de la agricultura intensiva y, por ende, el interés de la comunidad por preservar el ecosistema. Con el respaldo de la Fundación Promotora de Cooperativas (Funprocoop), la comunidad firmó un convenio de co-manejo con el MARN. En conjunto accedieron a un proyecto por dos años y administran 92 mil dólares, otorgados por el Fondo de Iniciativa para las Américas-El Salvador (FIAES); así han dado los primeros pasos para estructurar y llevar a cabo un plan de manejo, explicó el técnico ministerial de la reserva, Víctor Cuchilla. "La aspiración es potenciar y cimentar el área y crear el plan de manejo", dijo. Pequeño gran museo Gabriel Cortez administra la reserva y lidia con los problemas que eso conlleva; el más importante es el registral, ya que el terreno no ha sido transferido por el Instituto Salvadoreño de Transformación Agraria (ISTA) al MARN. Además, señala que un sector ha sido usurpado por una cooperativa y hay particulares interesados en reclamar como suyas zonas de alta captación de agua. No obstante, están desarrollando un pequeño museo para mostrar la riqueza de la biodiversidad de la zona y generar conciencia al país de que urge protegerla. Por el momento, la cabaña mantiene una pequeña colección de fósiles de vertebrados, insectos y plantas; algunos de ellos fueron recuperados y otros han sido colectados en la barranca del Sisimico, ubicada a pocos kilómetros de distancia. Linares explicó que, pese a que es reciente, la vegetación de La Joya es muy importante. "Estos bosques son el reservorio de material genético que de otra manera se perdería irremediablemente para El Salvador. Son fuentes que captan agua y la liberan poco a poco para que la gente la utilice; si hubiera cultivos anuales esa agua se escurriría a los ríos y de allí al mar". Las lluvias tampoco se infiltrarían, advirtió. El trayecto incluye el recorrido por un pantanal, ríos y quebradas, alguno con agua caliente. El retorno, una hora después, es posible sorteando algunos alambrados sostenidos por árboles de madrecacao en flor. Ya en la caseta-museo, Linares conjetura emocionado sobre la similitud del pasado y el presente de la flora del sitio, a partir de los fósiles del Sisimico que ya integran la colección. Ordena las muestras que serán depositadas en un herbario, preferiblemente el del Museo de Historia Natural. "Allí se identificarán, a la espera de alguna posible sorpresa", puntualizó.


Nota complementaria
Recurso milenario, pero no eterno

Más bien, millonario. Los fósiles de la barranca del Sisimico se remontan al pleistoceno, una época geológica que se remonta a los 1.8-1.6 millones y los 10 mil años antes del presente. Los estudios sobre la zona datan del siglo pasado y carecen de actualización. Por ello, el encargado de la reserva, Gabriel Cortez, solicitó que el paleontólogo Juan Carlos Cisneros se integrara al equipo de trabajo en octubre de 2006 para que les ayudara a identificar los fósiles. Él ha aplicado técnicas de conservación, organizado un catálogo de la incipiente colección para que sea registrada en el gobierno y ha preparado material didáctico para la comunidad. Steve Perrigo y David Webb, en un artículo científico de 1984, dijeron que la barranca evidencia la migración de los primeros mamíferos terrestres previo al surgimiento de Centroamérica como puente. Cisneros recordó que la barranca es único. "Es más diverso que el Tomayate y que cualquier otro sitio del istmo. El área de La Joya no ha sido bien explorada por paleontólogos y podría albergar otros sitios con fósiles", dijo. Entre los hallazgos hay novedades y nuevos ejemplares de especies raras, como el diente de un perezoso que no se había registrado. Parece que hay nuevos reportes de plantas pero esto debe ser confirmado por José Linares pues sus observaciones han sido preliminares. Se encontró material de toxodonte, que es raro en El Salvador, aunque ya se habían encontrado en el Sisimico", precisó.

Reportaje publicado en El Diario de Hoy el 9 de marzo de 2007 http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_estilos.asp?idCat=3816&idArt=1202829

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