Un estudio realizado por Salvanatura reveló la presencia de aves migratorias en peligro de extinción en el paraje boscoso de pino y roble de Montecristo. Un hallazgo que llena de mucho regocijo pero que a la vez mueve hacia la reflexión de la urgencia por preservar este y otros recursos naturales.
Carmen Molina Tamacas
Estudiante de licenciatura en Antropología
El Salvador conserva menos del uno por ciento de sus bosques. Pese a ello, una pequeña franja que aún no ha desaparecido forma parte de la región conocida como Bosques de pino y roble de Mesoamérica.
El Fondo Mundial para la Conservación (WWF, por sus siglas en inglés) ha identificado esta zona, que comprende 111 mil 400 kilómetros cuadrados de bosque, que se extiende desde el sur de México, Guatemala, Honduras, El Salvador e incluso Nicaragua, como “críticamente amenazada”. Esto se debe a la presión que ejercen las poblaciones aledañas que buscan extender la agricultura y la ganadería.
Una de las acciones que más compromete la conservación de la zona es el cultivo del café. Asimismo, resiente los efectos del calentamiento global.
De acuerdo con un informe presentado por la fundación ecológica salvadoreña Salvanatura, los bosques de La Montañona, en Chalatenango, y el
Parque Nacional Montecristo, en Santa Ana, constituyen una parte fundamental para la conservación de este ecosistema, ya que acogen a diversas especies de flora y fauna y además producen importantes bienes y servicios ambientales a las comunidades aledañas.
La importancia del país en la ruta de las aves migratorias tiene antecedentes. Y su rol en el ciclo de diversos ecosistemas es de tal relevancia que fruto de las gestiones de diversos grupos ambientalistas del continente, cada 12 de mayo ha sido denominado el Día Internacional de las Aves Migratorias.
Su presencia es evidente cuando inicia el descenso de las temperaturas en el hemisferio norte. Así, los humedales como el Cerrón Grande, el lago de Güija o las lagunas El Jocotal u Olomega atestiguan desde tiempos inmemorables la presencia de decenas de especies que se regocijan con el agua cálida.
Este ciclo que les permite abastecerse de alimento para regresar a sus territorios en el norte fue registrado incluso por los antiguos habitantes precolombinos, a juzgar por los petrograbados con figuras de aves que se localizan en la isla de Igualtepeque en Güija.
Al inaugurar la Asociación Intermunicipal de la Bahía de Jiquilisco, la vicepresidenta de la República, Ana Vilma de Escobar, destacó que esta zona, que abarca unos 55 kilómetros de costa, atesora el manglar más grande del país: “más de 22 mil hectáreas de de manglares que son sitio de anidación, destino o paso de más de 85 especies de aves migratorias de relevancia internacional”.
De acuerdo con Salvanatura, El Salvador es visitado cada año por casi 200 especies de aves migratorias (ver recuadro).
Un estudio pionero acerca de las aves migratorias en El Salvador lo constituye el conteo de anátidos (patos, pishishes, zarcetas y gansos) realizado en la estación seca de 2000 a 2001 patrocinado por la organización Ducks Unlimited (Patos sin fronteras).
De acuerdo con el informe final del estudio, en El Salvador se reconoce la ocurrencia de 14 especies de anátidos de las cuales cuatro son residentes (Dendrocygna autumnalis, D. bicolor, Cairina moschata y Nomonyx dominicus). Las 10 restantes Anas clypeata, A. americana, A. acuta, A. discors, A. crecca, A. cyanoptera, A. platyrhynchos, Aythya affinis, Oxyura jamaicensis y Chen caerulescens son migratorias.
Todas estas especies, afirma el reporte final elaborado por los biólogos Ricardo Ibarra, Wilfredo Rodríguez, Néstor Herrera y Roberto Rivera, se distribuyen en los humedales continentales, pero prefirieren las aguas poco profundas.
Los anátidos que se avistan en El Salvador “se caracterizan por su conducta gregaria, forman grupos desde tres individuos hasta bandadas de varios cientos o concentraciones de miles. Suelen concentrarse en determinados sitios que reúnen las condiciones para su permanencia, alimentación y seguridad, preferiblemente alejados de población humana. Por su tamaño y sabor de su carne, son consideradas especies de caza, tanto para subsistencia como cacería deportiva”.
En su estado natural desempeñan un importante papel en el control de plantas acuáticas e invertebrados; ayudan a la diseminación de plantas, llevando semillas en sus plumas o a través de las heces y son parte integral de las cadenas alimenticias.
Otro estudio importante y novedoso lo acerca de las aves migratorias fue realizado por el ornitólogo Oliver Komar, director del Programa de Ciencias para la Conservación, de Salvanatura. Basándose en una revisión de las publicaciones de literatura científica acerca de la presencia de aves en las plantaciones de café, el experto considera la hipótesis de que éstas son muy importantes para la conservación de las aves, tanto migratorias como residentes.
Al abrigo del bosque
Como parte del Programa de Ciencias para la Conservación, Salvanatura se asoció con American Bird Conservancy. Ambas recibieron el apoyo financiero del Servicio de Pesca y Vida silvestre de los Estados Unidos para investigar la situación de los bosques de pino y roble ubicados en el norte de El Salvador. El proyecto fue denominado “Quercus y Aves”.
Al respecto, Komar, explicó que el objetivo del proyecto es contribuir a proteger uno de los ecosistemas más amenazados en el istmo mesoamericano: los bosques de pino-roble y encino, estos dos últimos, científicamente conocidos como Quercus.
Para cumplir con esta aspiración, el equipo de investigadores realizó un inventario
de aves en La Montañona y Montecristo. Esto es posible por medio de la captura –con redes especiales- de aves y el monitoreo constante, tarea que requiere mucho tiempo y paciencia.
De acuerdo con Salvanatura, los inventarios demostraron que las aves migratorias mantienen una preferencia muy marcada por los bosques de pino-roble, ya que estas conformaron el 61% de las aves capturadas en La Montañona, y el 49% de las capturadas en Montecristo.
Esto es alto si se compara con los resultados que se obtienen en otras partes. Por ejemplo en los bosques nebulosos las aves migratorias apenas representan el 20% de las especies detectadas.
Salvanatura subraya que la presencia de especies en las áreas de pino y roble, así como de especies amenazadas, confirma la importancia de conservación de este tipo de hábitat, y representa un importante potencial para la generación de recursos económicos a través del desarrollo del ecoturismo y aviturismo en la zona.
Los expertos en aves consideran que el parque nacional Montecristo es un área prioritaria para la conservación de aves. Esto se explica gracias a lo que ellos denominan “fuerte presencia” de especies que sólo habitan en los bosques de roble y pino y que están en peligro de extinción.
Uno de los descubrimientos más importantes de este estudio es que el ave migratoria Dendroica chrysoparia, conocida como Chipe caridorado que está en peligro de extinción en el mundo, de octubre a febrero habita entre los majestuosos pinos y robles del Parque Nacional Montecristo.
Asimismo avistaron la presencia de 21 nuevas especies de aves para este sitio, aumentando la lista a 257 identificadas para el área. Entre las primeras figuran el Perico barrado y el Vaquero gigante. En La Montañona registraron 41 especies nuevas que pasan de febrero a
marzo en el bosque, de manera que de 92, ahora hay 133 especies reportadas.
Komar plantea que es necesario continuar realizando inventarios de la avifauna nacional de acuerdo con el tipo de hábitat y en zonas de alta prioridad de conservación. Este inventario prueba que la unión de esfuerzos deriva en el conocimiento del patrimonio natural del país y, en consecuencia, se fomenta el conocimiento y valoración del mismo.
RECUADRO 1
La migración de las aves
· La migración es una conducta instintiva.
· Las aves, al igual que otros animales, poseen dos "relojes biológicos" que determinan complejas funciones diarias y anuales, respectivamente. El reloj biológico diario responde a los ciclos diarios de luz y temperatura. El reloj anual actúa sobre el sistema hormonal y les anuncia, por ejemplo, el momento indicado para mudar plumaje, migrar, reproducirse. Estos mecanismos hacen que se den los cambios fisiológicos necesarios que los prepara para migrar en el momento indicado.
El fenómeno de la migración de las aves no ha dejado de maravillar al ser humano.
Ya hace unos 5000 años, en la isla de Chipre en el Mediterráneo, se asociaba el movimiento estacional de un numeroso grupo de aves grandes con el momento adecuado para iniciar las siembras.
Aristóteles reconoció el fenómeno de la migración e identificó varias especies de aves migratorias.
Para los profetas del Antiguo Testamento la migración de gavilanes, desde el norte de Europa hacia África a través de los cielos de la Península del Sinaí y el Mar Rojo, era un fenómeno maravilloso y digno de ser contemplado pues simbolizaba los caminos de Dios.
El fenómeno de la migración fue reconocido gradualmente a través de los siglos.
Fuente: María Emilia Chaves, Asociación Ornitológica de Costa Rica
RECUADRO 2
Los tesoros voladores de los parques nacionales
La migración de millones de aves es uno de los fenómenos más impresionantes en Centroamérica.
En El Salvador, casi 200 especies de aves migratorias visitan al país cada año.
Algunas de las aves se reproducen en tierras muy lejanas, como Alaska y Newfoundland. Sus crías vuelan solas a Centroamérica cuando tienen apenas 2 o 3 meses de edad.
Otras especies reproducen en los bosques de Centroamérica, y todas las crías –sin excepción– migran a Sudamérica para luego regresar el próximo año.
Un zorzalito de Swainson (Catharus ustulatus) de Alaska puede vivir 10 años, haciendo el viaje entre Alaska y Centroamérica 20 veces, volando más de 150,000 kilómetros. ¡Esto es equivalente a casi 4 veces alrededor del mundo! ¡Algunas aves acuáticas vuelen mucho más lejos!
¿Qué rápido vuelan? El más pequeño, el colibrí (Archilochus colubris), vuela 97 km por hora, y cruza el Golfo de México en sólo 8 horas. El zorzalito de Swainson (Catharus ustulatus) migra hasta Alaska en 6—8 semanas, viajando un promedio de 150 km diario. El pequeño chipe (Dendroica sp.) es capaz de migrar sin parar durante 90 horas, viajando casi 7000 km de una sola vez.
¿Cómo se lo hacen? Antes del viaje, el ave come mucho y acumula grasa rica en energía. Algunas aves llegan casi al doble de su peso normal, permitiéndoles hacer vuelos muy largos sin parar.
Estas aves migratorias viven en bosques naturales, y también en los cafetales con muchos árboles de sombra. Las poblaciones de aves migratorias han disminuido por más de 50% en los últimos 40 años. Necesitan nuestra ayuda en conservar sus hábitats.
Fuente: Salvanatura
Artículo publicado en La Palabra Universitaria
http://lapalabra.utec.edu.sv/archivo/edic3-05-2007/notas.asp?comunicaID=57
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