La Jolla, California. El colorido sari de la madre de Amit Chourasia marca el contraste en el salón que alberga un conjunto de máquinas ultra sofisticadas. Admirada, atiende las explicaciones que le da su hijo, uno de los científicos de visualización del Centro de Súper Computadoras de la Universidad de California en San Diego (UCSD).
Chourasia recién terminó de atender a nuestro grupo –todos periodistas de Iberoamérica- y muestra a sus padres la tecnología de punta que utiliza para crear sus modelos de visualización de terremotos.
Después de la observación y la experimentación, los simulacros constituyen una manera eficiente de acercarnos a la ciencia, explica el director de esta entidad, Warren Froelich, antes de ceder la palabra al joven oriundo de la India quien mostró una nueva herramienta diseñada para prever escenarios del movimiento de la tierra en caso de que ocurra “The Big One”. Varias generaciones de californianos han crecido con el temor de que la tierra estornude tan fuerte como para destruir la capital del entretenimiento cinematográfico, industrias, infraestructura social y los hogares de millones de personas.
Aún así, su cultura ha crecido y hundido sus raíces en tierras turbulentas –la “tierra ligera” de la que habla con tanta propiedad el historiador salvadoreño Pedro Escalante Arce-; pero lejos de resignarse a los desastres, su comunidad científica suma esfuerzos y tecnología para comprender los fenómenos de la naturaleza y, ante todo, prever lo que puede ocurrir para minimizar los daños.
En definitiva, dice Chourasia, la expansión urbana incrementa el riesgo de los terremotos. Su proyecto, denominado TeraShake, es capaz de decir con imágenes, lo que sucedería en California con un terremoto arriba de 7.7 grados en la escala de Richter, cuyo epicentro estaría localizado 60 millas al oeste de Palm Springs. El software de visualización en tercera dimensión, invierte 40 mil horas de tiempo de computadora, genera más de 50 animaciones de alta calidad y 130 mil imágenes. En la pantalla de una computadora se puede ver cómo la tierra se sacudiría, cómo las ondas sísmicas se desplazarían, lo que nos lleva a imaginar los daños humanos y materiales que de ello resultaría.
La imagen es bella, pese a que se nutre de una estela de destrucción.
“Se necesita mucha computación y equipos de trabajo geológico y sísmico. TeraShake nos deja perplejos pero plantea un desafío en términos de cooperación”, dijo Chourasia.
Lo que sigue es PetaShake, subrayó, lo que implica mayor poder computacional y la coordinación de recursos científicos y económicos para llevar a cabo el proyecto.
Nunca falta la pregunta que advierte la sobreestimación acerca del poder de la ciencia. La verdad es que está muy difícil saber cuándo ocurrirá un terremoto, dijo Chourasia. Lo importante sería saber cómo va a suceder. Eso realmente haría la diferencia, remató.
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